Miguel Bueno, psicólogo.
Soy Miguel Bueno, y estoy aquí para apoyarte en tu camino hacia el bienestar emocional.
La Psicología Cognitivo-conductual nos ofrece estrategias para enfrentar los problemas de salud mental que no son comparables a las de otras orientaciones, debido a su eficacia y eficiencia demostrada y a su sólido asentamiento en la psicología científica. Los instrumentos de evaluación del análisis conductual, la metodología de la terapia Racional-emotiva y el enfoque de la psicología positiva, con todo el conjunto de técnicas de intervención que utilizamos, incluida la hipnosis, nos proporcionan las herramientas precisas para la intervención eficiente en psicología clínica.
Con más de veinticinco años de ejercicio de Psicoterapia con adultos, colaborando con las principales compañías de seguros médicos de España, nuestro objetivo es ayudarte a encontrar tu equilibrio emocional ante los problemas a los que te enfrentas: Ansiedad, Depresión, TOC, Trastornos de pánico, Fobias, Estrés laboral, Insomnio, Duelo, Autoestima, Problemas de pareja o familia y trastornos sexuales.
Nuestro compromiso contigo es que consigas el máximo conocimiento en tu proceso emocional y que descubras todas las claves para crecer y así mejorar tu calidad de vida.
¿Para qué acudir al psicólogo?
Por la misma razón por la que se acude a un profesional de la salud: eliminar un tipo de sufrimiento. La tarea específica del psicólogo es eliminar el sufrimiento emocional y proporcional al paciente un camino hacia su felicidad.
Es muy común que los pacientes acudan a la consulta porque les han diagnosticado depresión o ansiedad, pero... ¿Qué es lo que comúnmente se llama depresión o ansiedad? Precisamente, emociones que nos hacen sufrir.
Dentro de estos dos cajones se incluyen todo tipo de malestares que van más allá de estas dos categorías, y aunque los estudios estadísticos nos muestren esta dicotomía, la salud mental es algo más complejo.
Según los datos de la Encuesta Nacional De salud en España (E.N.S.E.) del 2017, más de una de cada diez personas de más de 15 años, refirió haber sido diagnosticada de algún problema de salud mental (10,8%). Es decir, se sintieron mal, creyeron que sufrían algo que yendo a un servicio sanitario se podría solucionar; además, encontraron un momento para pedir cita, acudieron a la cita, fueros asistidos y fueron diagnosticadas de algún problema de salud mental.
En estos datos solo consideran los que han entrado en el sistema de salud, no los que han esperado que se les pase solo, ni los que lo han intentado solucionar automedicándose, ni los que lo han intentado con drogas o alcohol, ni, por supuesto, los que ni lo han intentado porque pensaban que no había solución alguna a su malestar.
La proporcionalidad entre sexos es curiosa, las mujeres casi doblan a los hombres; ellas refieren algún problema de salud mental, el 14,1%, frente a 7,2% de ellos. En el caso concreto de la ansiedad, el 6,7% de los adultos refiere ansiedad crónica, 9,1% de las mujeres y 4,3% de los hombres. La depresión se declara en la misma proporción que la ansiedad (6,7%), en mujeres (9,2%) y en hombres (4%). En ambos casos hay más del doble de mujeres que de hombres.
¿Crees que tienes ansiedad o depresión?
De las 32 enfermedades o problemas de salud que inquiere la E.N.S.E., la ansiedad crónica y la depresión se sitúan en los puestos 10º y 11º del ranking de prevalencia autodeclarada en la población no institucionalizada de 15 y más años, declarándose casi en la misma proporción (6,7%). El 3,9% de la población refirió ambas, y el 9,6% ansiedad crónica y/o depresión, 13,0% de las mujeres y 5,9% de los hombres. El 2,1% de la población declaró padecer otros problemas mentales.
Según la E.N.D.E. un 6,7 % de la población española sufre ansiedad, la cifra que se baraja a nivel mundial es parecida, esto supone que un porcentaje muy importante de la población tiene algo en común que se le ha llamado ansiedad, y correlaciona con otro dato significativo: más de 2 millones de personas en España toman ansiolíticos, que es la medicación que se utiliza en farmacoterapia para combatirla. Se hablaba de la ansiedad como la enfermedad del S. XXI antes de que surgiera la pandemia. La prevalencia de la depresión es la misma que la ansiedad (6,7%), y es más del doble en mujeres (9,2%) que en hombres (4%)
Es muy fácil, que si vas al médico y le cuentas cualquier problema que tengas en casa o en el trabajo, añadiendo que no puedes dormir, que tienes desarreglos digestivos y de apetito, que has perdido la libido y que lloras con frecuencia, te diagnostiquen de ANSIEDAD o DEPRESIÓN.
Pero ¿cuáles son los síntomas que habitualmente describen los pacientes como ANSIEDAD o DEPRESIÓN?
La Psicoterapia: un paso más allá de la ansiedad y la depresión
Durante los años de universidad a los psicólogos nos enseñaron a catalogar los malestares que nos plantean los pacientes de diversas formas para entender los mecanismos de la mente humana. Estas catalogaciones, tan necesarias muchas veces, han variado mucho y han dado lugar a un sin fin de disquisiciones y alternativas múltiples que en muchos casos crean confusión:
- Antiguamente, se diferenciaban las patologías en dos grupos si eran un tipo de psicosis o de neurosis.
- Si se pueden curar con fármacos entonces se les llama orgánicas y sería del negociado de psiquiatría, si se curan hablando se las puede llamar ambientales, serían psicológicas y la forma de intervención sería la psicoterapia.
- Se pueden diferenciar si son endógenas o exógenas, es decir, si el problema está causado por el entorno o si el problema es del individuo y el entorno no influye.
- Hay otros que las diferencias las encuentran en si se producen conductas manifiestas o no. Si las hay, entonces se les llama conductuales, si no, se les llama mentales. Aunque algunos mantienen que los pensamientos son conductas mentales, por lo tanto, todo sería conductual. Así mismo, los del otro bando mantienen que todo es mente, por lo tanto, todo sería mental.
- Además hay muchas más clasificaciones posibles (muy ambiguas y confusas algunas) que hacen referencia a diversos sistemas, algunos muy intrincados, con sus categorías y con nombres y apellidos, por ejemplo: Ego, ello, superyo, self, categorías familiares, holón, eneatipo, etc.
En el afán de crear clasificaciones originales se puede llegar hasta el absurdo, perdiendo el objetivo fundamental de toda descripción, que no es otro que acercarnos a la realidad objetiva con la máxima fidelidad para lograr nuestra meta como psicólogos: sanar al paciente. No estoy diciendo que no sean buenas las taxonomías, pero a veces —valga la expresión— “se nos va el vino en catas”.
Afortunadamente, en 1948, la organización mundial de la salud (OMS), en su sexta edición de la clasificación internacional de enfermedades (CIE-6), publicó un apartado para los trastornos mentales. Años después, en 1952, la asociación americana de psiquiatría (APA) edita el primer manual de diagnóstico psiquiátrico como una variante del de la OMS, el DSM-1. La intención era llegar a un acuerdo entre los profesionales de lo que estábamos llamando enfermedad mental. Algo sí se acercaron las posturas; sin embargo, como la autoridad la detentan los que ponen nombres a las cosas, parece que son los psiquiatras americanos los que tienen el poder de decidir que es un trastorno mental y en qué categoría encuadramos a los pacientes.
Desde entonces, con las sucesivas revisiones (actualmente CIE-10 y DSM-5) han ido configurando un panorama de los trastornos mentales dominado por la omnipresencia de la Ansiedad y la Depresión. Con la salvedad de los trastornos claramente orgánicos como la esquizofrenia o como los del neurodesarrollo y algunos pocos más.
Quizás por la reiteración en los diagnósticos o por la tendencia a la simplificación que tiene nuestra mente, parece que cualquier malestar emocional se tiene que traducir en ansiedad o depresión. Que cuando denominamos con estas palabras nuestro sufrimiento ya tenemos una parte dominada... ¡Eureka! ¡Ya sabemos su nombre!
Tenemos una tendencia crónica a la simplificación (aunque a veces es provechosa) que hace que todo lo intentemos resumir de la manera más sencilla y concreta posible, eliminando cualquier complejidad que haga tediosa la comprensión. Todo el mundo quiere leer un titular, nadie quiere leer la noticia entera. ¿Qué es lo que me pasa doctor?... ¿Tengo depresión o tengo ansiedad?
Es como si dejáramos en manos de un mal periodista, que no ha recabado profesionalmente la información ni preguntado a los protagonistas, que escriba la crónica de lo que nos sucede, resumiendo en un escueto titular todo un complejo malestar en el que está implicado mis pensamientos, mis emociones, mis conductas y mis respuestas fisiológicas: ¿Qué es lo que me pasa doctor? Quiero tener ¡ya! Una palabra que identifique lo que me pasa. Por favor, dígame que tengo... ¿Ansiedad o Depresión?
En psicoterapia nuestro objetivo no es hacer periodismo moderno, nuestro objetivo es aliviar el sufrimiento de las personas, por eso no tenemos esta tendencia a la simplificación, al contrario, lo que hacemos es desenmarañar las madejas de emociones y pensamientos que provocan nuestro malestar.
Cualquier motivo de consulta que atendemos en la clínica es multidimensional. Aunque tengamos la certeza de que un paciente sufra una predisposición genética para un problema tan orgánico como la esquizofrenia, sabemos que si vive en un ambiente sin estresores, puede que no tenga un brote psicótico en su vida.
Así mismo, también sabemos que si un paciente está sometido a una situación de estrés extrema, pero tiene la fortuna de tener el rasgo de personalidad de resiliencia, no se verá tan afectado como otros. Las experiencias, la genética, el ambiente, la personalidad, el contexto, la situación, su autoconcepto, lo aprendido, lo vivido, lo imaginado, etc. Todo forma parte del problema y averiguar que es lo fundamental en cada caso es nuestra tarea en la psicoterapia. Pero más importante es, si cabe, averiguar qué elementos son fundamentales en la curación, sea cual sea la etiología.
Identificar si lo que sufre el paciente, es una patología que está encuadrada en la depresión o en un trastorno ansioso, puede ser un principio a partir del cual iniciar la investigación de las emociones subyacentes, qué es lo que le está haciendo sufrir, para tratarlas: ponerle el nombre de ansiedad o depresión no un fin en sí mismo.
Así pues, qué es lo que el paciente experimenta, cómo lo vive y cómo le afecta, es la tarea que tenemos encomendada en la psicoterapia para eliminar el sufrimiento:
- Un paciente vive situaciones.
- Sus situaciones las vive en función de sus pensamientos sobre la propia situación planteada y sobre sí mismo.
- Sus pensamientos provocan sus emociones.
- Sus emociones provocan sus conductas y sus respuestas fisiológicas.
¿Qué emociones provocan la ansiedad y la depresión?
Por lo tanto, lo que tenemos que investigar para resolver cualquier problema emocional que tiene un paciente son sus emociones.
Lo que provoca el malestar que llamamos Ansiedad o Depresión es un conjunto de emociones que generan un cuadro de respuestas fisiológicas y conductas que componen los síntomas clásicos de estas patologías.
Por eso, lo primera parte de nuestra intervención es descubrir que emociones tiene el paciente. Para elaborar una estrategia con el fin de eliminar las emociones disfuncionales.
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